Querido Lord Baley:
Nuevos tiempos para vicios
viejos, y entre ellos, de forma descarada, el peor de todos: la falta de
imaginación. Usted mismo se revolvería en su tumba si no fuera porque no está
muerto, sino dormidito.
Falta de imaginación o ganas de imaginar, que para el
caso no es lo mismo, sino peor.
Nos contentamos casi con cualquier cosa que se parezca
a lo que de verdad queremos. Tal es la tragedia en que nos ha sumido la
tecnología, paradoja de estos días en que pareciendo todo más cercano, más
próximo, más accesible, damos cuenta una y otra vez de lo lejos que está todo.
Hemos ampliado el
campo de batalla, para constatar que el frente está cada vez más allá del
horizonte; hemos adquirido nuevos apetitos para andar todo el día con hambre;
hemos adquirido nuevos comportamientos para ser igual de gilipollas.
Cuanto más cambian las cosas, más siguen
siendo lo mismo. Y pasamos las horas buscando respuestas que llevan
respondidas desde antes que naciéramos.
Hágase un favor: relea los clásicos.
Ahí está todo.
Sin otro particular
Casey Rossfield