jueves, 25 de septiembre de 2014

once

No hay mas ciego que el que no quiere ver, y la gente no ve nada. La gente mira a otro lado.
En un país en el que nos pirra más saber de la vida de otros que de la propia, incluso si se trata de fulanas o chulos que solo conocen en su casa a la hora de comer, cualquiera puede llevar a una niña distinta cada vez a su casa, drogada hasta las cejas, y abusar de ella impunemente sin que nadie vea ni oiga nada.
Porque eso es lo que ha estado sucediendo en Madrid estos meses.

Eso si, prueba a llevar a una chica distinta a casa cada fin de semana, que oirás como el vecino te vigila por la mirilla de su puerta, verás esas cortinas de la vecina correrse rápidamente después de haberse cerciorado de con quien andas, y finalmente recibirás una llamada de tu madre informándote de tu disoluta vida. Como si no lo supieras, no te jode.
Y todo el mundo tiene una excusa como el culo. Espero que sepan apreciar la ausencia de una coma.

Pero yo supe que no la tenía el día que vi la desesperación en la cara de esa señora, o cuando la oí en los gritos de aquella otra. La primera vez me costó un traumatismo torácico, pero claro, yo no tenía ninguna excusa. Pero si un buen culo.
Ojala alguien hubiera tenido menos excusas. Nos habríamos ahorrado el sufrimiento de unas niñas cuya inocencia solo el tiempo dirá donde ha quedado.

Por cierto, sigo teniendo un culo cojonudo.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Yogur griego

Querido Baley:


El sexo anal puede convertirse en algo temible cuando al despertar cada mañana sabemos que al llegar a la oficina lo primero que hemos de afrontar es una reunión con el jefe; a menos que uno sea el jefe, claro. De modo que es ese  terror atávico a una violación vespertina lo que hace que tan noble agujero tema como a la muerte el pene de unos, el dedito de otras. Aunque no nos engañemos, al jefe también hay cosas que le dan por el orto, entre otras, seguramente que nosotros mismos. Vamos, que todos hemos sido esfinterizados alguna vez, aunque no nos hayamos enterado, o no queramos reconocerlo.
Así que el problema del griego, y no nos referimos al oriundo de tan insigne península, es la estigmatización a la que lo sometemos sin querer con cada referencia a situaciones más o menos desagradables, con cada expresión más o menos hecha. Y si no esta de acuerdo, que le den por el culo.
Sin embargo, igual que aceptamos como acertadas las indicaciones de fontaneros y electricistas en sus respectivos campos conforme  a su especialización, recientes encuestas entre las pornstar más avezadas ponen de manifiesto esta práctica de la que hablamos como de las más placenteras en este campo minado.
Pero lo dicho, a ninguna parte llegamos si en lugar de apelar a un romanticismo heleno, verbalizamos una ruptura fecal.



Sin otro particular


Casey Rossfield