No hay mas ciego que el que no
quiere ver, y la gente no ve nada. La gente mira a otro lado.
En un país en el que nos pirra
más saber de la vida de otros que de la propia, incluso si se trata de fulanas
o chulos que solo conocen en su casa a la hora de comer, cualquiera puede
llevar a una niña distinta cada vez a su casa, drogada hasta las cejas, y
abusar de ella impunemente sin que nadie vea ni oiga nada.
Porque eso es lo que ha estado
sucediendo en Madrid estos meses.
Eso si, prueba a llevar a una
chica distinta a casa cada fin de semana, que oirás como el vecino te vigila
por la mirilla de su puerta, verás esas cortinas de la vecina correrse
rápidamente después de haberse cerciorado de con quien andas, y finalmente
recibirás una llamada de tu madre informándote de tu disoluta vida. Como si no
lo supieras, no te jode.
Y todo el mundo tiene una excusa
como el culo. Espero que sepan apreciar la ausencia de una coma.
Pero yo supe que no la tenía el
día que vi la desesperación en la cara de esa señora, o cuando la oí en los
gritos de aquella otra. La primera vez me costó un traumatismo torácico, pero
claro, yo no tenía ninguna excusa. Pero si un buen culo.
Ojala alguien hubiera tenido
menos excusas. Nos habríamos ahorrado el sufrimiento de unas niñas cuya inocencia
solo el tiempo dirá donde ha quedado.
Por cierto, sigo teniendo un culo
cojonudo.