Querida Nalo:
Imagine por un momento que pudiésemos atribuir a la moda, y en general a todo ese conglomerado guay que lo circunda, conceptos tan tediosos y aburridos, tan alejados de cualquier consideración de corte y confección, arquitectura de interiores, etc., como lo son una cierta moral, donde la palabra clave es cierta, no mucha, no vayan a explotarle los patrones a alguien, e igualmente una parte consustancial y práctica de la misma, una cierta ética, donde la palabra clave es cierta, etc., y así hacer igual de llevaderas que un prêt-a-portêr materias tan desfasadas, como son la filosofía y la religión.
Así visto, la moral aristotélica hace de la moda una virtud, justo en ese punto equidistante entre el exceso execrable de los modernos, y el defecto deplorable de los rockers, por ejemplo, que visten lo mismo desde que Peggy Sue se casó, de modo que son muchos más los que se salvan que los condenados a la infamia del estilo exacerbado o abandonado, en el punto medio que los comentarista tildan de clásico- moderno.
Sin embargo, la moral judeo-cristiana convierte a la moda en un asunto de fe, así que más le vale tenerlo claro y estar siempre a la última, ser una víctima culpabilísima de la misma, o ignorar su existencia, vivir al margen de las convenciones, ya sabe ese tipo de personas que miran fijamente, saberlo todo o no saber nada, porque precisamente este credo encuentra su punto sádico a mitad de camino, en la duda, en la prueba de fe que ni si quiera es capaz de aplacar Mugatu, ¡Dereclicte!, en el ruego que a diario atormenta a tantas almas de por sí condenadas: ¿qué coño me pongo hoy?
Si, ya sé que no es muy divertido, y que incluso hablar de ética y moral puede que no resulte políticamente correcto en este y otros corrillos, no vaya a ser que empecemos a echar en cara subvenciones, plagios y demás, pero piense que la física y las matemáticas son más áridas aún y tuvimos que aprenderlas sin saber bien a qué se referían integrales, derivadas, raíces cúbicas y ecuaciones de tercer grado, con lo didácticas que hubieran resultado de relacionarlas con el cociente de compresión del Wonderbra, o el de la masa glútea del tanga de hilo, o si en algún momento el grado de rozamiento de este último sería capaz de encender una pasión, o es este un tema más para clase de lengua y literatura.
Sin otro particular
Casey Rossfield
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